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Montealegre del Castillo

Historia y Cultura

Está demostrada la existencia del hombre paleolítico por el hallazgo de restos humanos y armas de piedra tallada en la Cueva de Mediabarba. Se deduce de aquí que sus primeros hombres fueron hercúleos y gigantes; guerreros y cazadores. Se alimentaron de vegetales y carne cruda; habitaron en cavernas, tallaron la piedra y parece que no conocieron el fuego.

Del neolítico y eneolítico tenemos numerosos vestigios: diferentes túmulos en distintos cerros y un verdadero castro en el de la Zorreras. En el Cerro de los Castillicos se trata de un auténtico monumento ciclópeo. Corresponden a cámaras sepulcrales que manifiestan el conocimiento de la cerámica y el empleo del fuego en la cremación de los restos humanos. Según afirmaciones de aquel tiempo, en el cerro de los Conejos se descubrió, en mayo de 1972, un poblado de la edad de bronce, con dos enterramientos y una escalinata excavada en la roca.

Las cámaras sepulcrales de las Zorreras y los Castillicos fueron realizadas por los iberos, pueble sedentario, para honrar a sus muertos, advirtiéndose la práctica de una religión. No puede determinarse su llegada a este país, pero al parecer en la edad de cobre ya ocupaban la región como indígenas y dueños de la misma, formando agrupaciones o tribus con su caudillo o jefes y con una organización. Con el tiempo fueron diferenciándose unas tribus de otras, agrupándose las más afines entre sí. En este momento, Montealegre pertenece a Contestania, constituida por parte de las actuales provincias de Albacete, Valencia, Murcia y Alicante.

Al comenzar la edad de los metales, varios pueblos llegaron a Contestania, ávidos de riquezas: fenicios y egipcios, griegos y asirios que se establecen en el litoral y penetran en el interior. Los naturales de la región, o los rechazan, o se avienen a comerciar con ellos. Definitivamente se unen en la lucha y en el comercio y mezclan su costumbre.

A cambio de sus riquezas, reciben la civilización. De esta época data la construcción del templo íbero famoso, cuyas ruinas fueron descubiertas en el siglo XIX, en el Cerro de los Santos, y que hubo de ser tenido por este pueblo, como gran centro espiritual y de peregrinación.

La existencia de un santuario de tal importancia en el mencionado Cerro, presupone una ciudad en sus cercanías. Estuvo situada ésta en el Llano de la Consolación, no lejos de la ermita de este nombre, por haberse encontrado allí ruinas de una gran población. En varias excavaciones realizadas en el Llano de la Consolación de han descubierto cimientos de casas, piedra de sillería, fíbulas y armas, y la extensa necrópolis de la populosa ciudad ibérica que albergaría, por los objetos hallados, a comerciantes extranjeros de los distintos países que llegaron a esta región. Sometida posteriormente por los cartagineses, sus mejores hombres marcharon con Aníbal a la destrucción de Sagunto y a la conquista de Italia, cayendo, más tarde en poder de las legiones de Roma.

No cabe duda que el nombre de esta ciudad fue Ello. La vía Heraclea que, partiendo de Cádiz, moría en Roma, se internaba en término de Montealegre y allí, dividiéndose, conducía también a Cartago Nova. El hecho de la desviación a este término, no tenía otra razón que la existencia de una gran ciudad que no es otra cosa que Ello, según la guía de Antonio Pío Caracalla, hecha en Roma, en 216 y que es fundición de otras más antiguas.

Por tanto, Ello fue la ciudad madre del actual Montealegre y estuvo situada en el camino más importante de España.

A su vez las proximidades del Cerro de los Santos, nació un poblado, anejo al célebre santuario, que fue descubierto en 1963 por A. Fernández de Avilés y que bien pudo ser el principal barrio del ello.

Ello perteneció a la España Citerior por la división hecha en el año 197 a. C. Con Augusto, a la provincia Tarraconense y, en tiempo de Constantino, a la Cartaginense Espartaria. Por su situación estratégica fue cabeza de distrito militar  durante el Imperio Romano. Sus habitantes, de espíritu tradicionalmente religioso, habrían de contarse entre los primeros que abrazaban la fe de Cristo, como se comprobará más adelante.

 

En el siglo V de nuestra era los bárbaros hacen caer bajo su espada al decadente Imperio Romano de Occidente. Con parte de la provincia Cartaginense se formó la Oróspeda, quedando comprendida en ésta Ello, denominada en aquel entonces Elo, y toda su jurisdicción militar y eclesiástica. Justiniano, Emperador de Oriente, por tratados con Atanagildo a quien prestó ayuda contra Agila, recibió casi toda la Bética, y la Oróspeda.

Leovigildo declaró la guerra a los griegos-bizantinos y los expulsó de España, ejerciendo dominio sobre toda la península ibérica y formando un reino independiente. Los habitantes de Oróspeda se sublevaron, siendo definitivamente sometidos por Leovigildo. En el año 579 dividió a España en 8 ducados, subdivididos en 75 condados. Con la Oróspeda se formó el ducado de la Aurariola, uno de cuyos siete condados fue Elo que, por corruptela, llamábase entonces Eio.

Ante la invasión musulmana, el Duque de la Aurariola, Teodomiro, presentó batalla en numerosos encuentros. Al morir el Rey don Rodrigo y dispersos los godos, Teodomiro reúne a sus tropas y, obligado por los invasores, se repliega en su ducado, donde tiene lugar una batalla que pierde. Cercado en la capital ducal, el general árabe Abd-ul-Aziz concierta un pacto con el duque por el cual éste se obliga a capitular, pero es reconocido como soberano tributario de su antiguo ducado. Queda así constituido, el 5 de abril de 713, el Reino de Teodomiro, Todmir para los árabes, en el que permanece incluido Eio (Montealegre).

Murió Teodomiro en 743, sucediéndole Atanaildo que se esforzó por mantener la independencia, terminada con la llegada de Abderramán I que puso fin a la capitulación de Abd-ul-Aziz y Teodomiro. Repetidas veces se sublevaron sus habitantes, sin éxito. En el 860 la antigua Aurariola fue invadida pasajeramente por piratas normandos. En el 900 sufrió un terrible terremoto. En el 901 se sublevaron nuevamente sus habitantes intentando recuperar la independencia. Por todas esta vicisitudes paso Eio, denominándose sucesivamente Eloe, Elle y por fin, Eliph, nombre con que fue conocida por los árabes.

 

Durante el Califato de Abderramán III, Ordoño II de León, enfurecido por las incursiones de aquél en sus territorios, pasó a la ofensiva y arrasó la antigua región de Teodomiro. Chinchilla quedó arruinada y, entregando al fuego a Eliph, despedazó y redujo a escombros su altiva fortaleza en 921.

Quedando a salvo varias familias de Eliph de aquel desastre, sin hogar, fueron a refugiarse a distintos parajes de la comarca, construyeron viviendas y formaron pequeñas aldeas a las que siguieron dando el mismo nombre que el de la ciudad destruida. Cuenta don Julián Zuazo y Palacios que, en el tiempo en que él investigó, a principios de siglo, todavía se conservaban restos de esos caseríos.

Ibn-Hazin, cartagenero, hace memoria, en un poema, de la ciudad de Elo, colmándola de elogios (1214-1224): “Mansión de hermosura, punto de reunión de todo cervatillo o mancebo enamorado…” “Cuántas veces se encontraron allí los hombres en su opuesto camino y, desde aquella hora, fueron amigos y camaradas; lo cual se ha hecho proverbio”.

Anteriormente en tiempos de Abderramán II, mahometizado por completo el país y gobernado por caídes o jueces religiosos-civiles, se formó con esta región una Cora: la Cora de Todmir.

Con Almanzor la Cora de Todmir alcanzó gran esplendor pero, muerto éste, es disgregada por primera vez esta región y sus ciudades pasan a depender de las Coras de Valencia, Almería, Albarracín y Toledo, convirtiéndose sus tierras en maleza y bosques. Destruido el Califato de Córdova, los árabes españoles se entregaron a crueles guerras civiles, formando pequeños reinos conocidos con el nombre de taifas.

En el año 1703 las mesnadas de Alfonso VI de Castilla y León, capitaneadas por el poderoso caballero García Jiménez, asolaron y arruinaron el reino de Murcia, al que pertenecía en aquellos años la comarca de Ello. En las postrimerías del siglo XIX hubo de soportar las correrías de Rodrigo Díaz de Vivar. Yusuf, Rey de Marruecos, se apodera de Murcia en 1091, gobernándose los almorávides hasta su expulsión de España en 1145.

Murcia se declaró independiente bajo una dinastía mudéjar, protegida por Alfonso VII; protección que continuó con Sancho III y Alfonso VIII de Castilla hasta 1172, en que fue invadida por los almohades, que conquistaron sus coras y trajeron días de paz. Murcia se declaró independiente en 1224 con Abú-Mohámad-ben-Yusuf, sudeciéndole entre otros, Abú-Abd-il-Láhben, ocupando a su muerte el trono murciano Abú-Beker. Éste llegó a un convenio con Fernando II por el cual su territorio dependería políticamente de la corona de Castilla. Alfonso, hijo de San Fernando, tomó posesión del reino de Murcia en 1243 y, como algunas ciudades se negaran a entregarse, el mismo San Fernando las conquistó.

A su vez, Jaime I el Conquistador, rey de Aragón, se apoderó del reino de Valencia y parte de Murcia. Como se levantaron los musulmanes contra Alfonso X, su yerno Jaime I fue contra ellos en 1266 infligiéndoles severo castigo y apoderándose de veinte castillos que entregó al rey castellano. Muchos moros, perdonados por ambos monarcas, permanecieron en estos territorios.

Alfonso X y Jaime I concertaron el matrimonio del hijo séptimo de Fernando III el Santo, don Manuel, con la hija segunda del rey aragonés, doña Constanza, dándoles en dote parte de la conquista de ambos y territorios de los reinos de Castilla y Aragón, formando con todos ellos un feudo que llamaron Estados de Villena, por ser ésta la ciudad elegida para residencia.

Durante este tiempo se pierde por completo el nombre de Ello y aparece en su lugar, por primera vez en la historia, un nuevo nombre. Entre los lugares que entraron a formar parte de la dote, había uno denominado Castillo de Montealegre. Era una fortaleza árabe levantada en lugar estratégico de la frontera cristiana y situada en las proximidades de la antigua Ello o Eliph. Hoy todavía pueden contemplarse las ruinas de este castillo, a cuyos pies se extiende la villa de Montealegre, estaba edificado en un cerro, dominando la extensa llanura por los cuatro costados inexpugnable.

Fallecida doña Constanza, don Manuel casó por segunda vez con doña Beatriz de Saboya, de cuyo matrimonio nación don Juan Manuel en 1282, el cual heredó dos años más tarde los Estados de su padre. Tuvo don Juan Manuel un hijo ilegítimo llamado don Sancho Manuel que recibió en vida el castillo de Montealegre y gran parte de terreno tomado de Villena, formando un señorío aparte. Don Sancho Manuel, primer señor de Montealegre, fue hermano de doña Juana Manuel, mujer de don Enrique de Trastamara, que sería rey de Castilla. Al recibir don Sancho Manuel el Estado de Montealegre, lo encontró despoblado y trajo colonos para que los cultivaran. Los colonos y labradores se agruparon, construyeron casas en torno al castillo, dando origen a la villa.

Sucedió a don Sancho Manuel su hija doña Costanza, casada con Micer Gómez García de Albornoz, copero del rey don Pedro y mayordomo de Enrique de Trastamara. En este tiempo aumentó notablemente la población de Montealegre, debiendo adquirir entonces el título de villa.

Estando en guerra el rey don Pedro con su hermano Enrique, la señora de Montealegre se puso de parte de este último, y las huestes de don Pedro quemaron y maltrataron esta villa, sufriendo su castillo los estragos del incendio que destruyó las torres y habitaciones situadas encima de la puerta principal, frente al aljibe, pasando, además, sus dominios al Concejo de Chinchilla.

Muerto el rey don Pedro en los campos de Montiel y, ocupado el trono por Enrique de Trastamara, doña Constanza reclamó su estado de Montealegre. Hubo continuas negativas del Concejo y, unos veinte años después, se mandó por Real ejecutoria firmada en Valladolid el día 2 de septiembre de 1399, se entregase el Estado y su lugar de Montealegre a doña Constanza. Murió esta señora en 1403 y se sucedieron varios señores hasta que, en 1430, don Diego Hurtado de Mendoza, quinto y último señor de esta línea, heredó de su hijo, muerto sin sucesión, y permutó estos estados por otros a don Fernando de Rivera. Doña Violante, heredera de don Fernando, vendió en 1453la villa de Montealegre con su castillo y fortaleza a don Miguel Ruiz de Tragacete, alcalde mayor de Villena, Oídor del Consejo Real de Castilla en el reinado de Juan II y Enrique IV. En tiempos de Juan II sufrió Montealegre las correrías del sublevado señor de Villena, don Enrique de Aragón y, en 1447, la de los moros de Granada que asolaron las fronteras de este Estado aprovechando las discordias internas de Castilla.

El hijo de don Miguel, don Juan Ruiz de Montealegre, de la Orden de Santiago, luchó en Andalucía y, concretamente, en Granada con don Enrique IV y con los Reyes Católicos, de los cuales obtuvo licencia, por facultad real, para fundar el Mayorazgo de Montealegre, constituido en 7 de octubre de 1495. En este tiempo Montealegre había crecido en población y en caserío; tenía la iglesia parroquial en la plaza de S. Sebastián, el palacio de los señores se levantaba en la plaza de la actual iglesia parroquial y sus montes eran frondosos bosques de pinos.

Muchas cuestiones se suscitaron entre la villa de Montealegre y sus señores con el Concejo de la Mesta, resolviéndose a favor de los primeros, declarándose a Montealegre “coto antiguo, auténtico y privilegiado”. Los señores de Montealegre, usando de sus derechos, dieron a la villa unas Ordenanzas para el mejor gobierno de la misma, en 1623. Fueron hechas por doña Isabel de Guzmán y rigieron, de hecho, hasta que se perdió el poder jurisdiccional de los señores en 1809, en que se sublevaron contra tal supremacía los vecinos de Montealegre.

El 2 de marzo de 1579 esta villa envió la relación exigida por Felipe II y conservada en la Real Biblioteca de El Escorial, en el tomo V de la “Descripción de los pueblos antiguos de España”. En ella se dice que la villa de Montealegre deba su nombre a sus verdes y lozanos montes de pino; cuenta con 150 vecinos, aumentando en poco tiempo su población, por sus fértiles terrenos y sus ricos pastos; que es villa de jurisdicción particular y pertenece a Castilla y reino de Murcia. Sus asuntos se ventilan en la Cancillería de Granada y pertenece al obispado de Cartagena. Habla de sus muchos montes y dehesas, con abundante caza de liebres, conejos y perdices y escasa agua potable. Es rica en ganado lanar y cabrío y produce trigo, cebada y centeno. Se menciona que en términos de la villa, en un apartado donde está edificada una ermita con la advocación de Nuestra Señora de la Consolación, parece que hay cierta demostración de edificios muy antiguos. No serían éstos sino las ruinas de la ciudad ibérica del actual Llano de la Consolación. Tiene, continúa, a Santiago por patrono y tres ermitas: a Nuestra Señora de la Consolación, a San Sebastián y a San Cristóbal y se está erigiendo otra a la Concepción de Nuestra Señora. Habla confusamente esta relación de la existencia de una población, según han oído a sus mayores, que podrían ser las ruinas del Cerro de los Santos que, extrañamente, no se menciona en la misma, cuando ya era conocido anteriormente con tal nombre.

El hijo de don Miguel, don Juan Ruiz de Montealegre, de la Orden de Santiago, luchó en Andalucía y, concretamente, en Granada con don Enrique IV y con los Reyes Católicos, de los cuales obtuvo licencia, por facultad real, para fundar el Mayorazgo de Montealegre, constituido en 7 de octubre de 1495. En este tiempo Montealegre había crecido en población y en caserío; tenía la iglesia parroquial en la plaza de S. Sebastián, el palacio de los señores se levantaba en la plaza de la actual iglesia parroquial y sus montes eran frondosos bosques de pinos.

Muchas cuestiones se suscitaron entre la villa de Montealegre y sus señores con el Concejo de la Mesta, resolviéndose a favor de los primeros, declarándose a Montealegre “coto antiguo, auténtico y privilegiado”. Los señores de Montealegre, usando de sus derechos, dieron a la villa unas Ordenanzas para el mejor gobierno de la misma, en 1623. Fueron hechas por doña Isabel de Guzmán y rigieron, de hecho, hasta que se perdió el poder jurisdiccional de los señores en 1809, en que se sublevaron contra tal supremacía los vecinos de Montealegre.

El 2 de marzo de 1579 esta villa envió la relación exigida por Felipe II y conservada en la Real Biblioteca de El Escorial, en el tomo V de la “Descripción de los pueblos antiguos de España”. En ella se dice que la villa de Montealegre deba su nombre a sus verdes y lozanos montes de pino; cuenta con 150 vecinos, aumentando en poco tiempo su población, por sus fértiles terrenos y sus ricos pastos; que es villa de jurisdicción particular y pertenece a Castilla y reino de Murcia. Sus asuntos se ventilan en la Cancillería de Granada y pertenece al obispado de Cartagena. Habla de sus muchos montes y dehesas, con abundante caza de liebres, conejos y perdices y escasa agua potable. Es rica en ganado lanar y cabrío y produce trigo, cebada y centeno. Se menciona que en términos de la villa, en un apartado donde está edificada una ermita con la advocación de Nuestra Señora de la Consolación, parece que hay cierta demostración de edificios muy antiguos. No serían éstos sino las ruinas de la ciudad ibérica del actual Llano de la Consolación. Tiene, continúa, a Santiago por patrono y tres ermitas: a Nuestra Señora de la Consolación, a San Sebastián y a San Cristóbal y se está erigiendo otra a la Concepción de Nuestra Señora. Habla confusamente esta relación de la existencia de una población, según han oído a sus mayores, que podrían ser las ruinas del Cerro de los Santos que, extrañamente, no se menciona en la misma, cuando ya era conocido anteriormente con tal nombre.

Por aquel momento los vecinos de Montealegre sostuvieron constantemente pleitos contra el Señorío jurisdiccional o territorial, haciendo valer sus derechos a los señores y perdiendo siempre aquéllos los pleitos sostenidos.

Los derechos del señor de Montealegre eran la elección y nombramiento de la Justicia y Ayuntamiento dela villa, el cobro del Onceno y la propiedad del suelo, entre otros. Aprovechando que en 1809 España se encontraba en guerra contra las tropas invasoras de Napoleón, los vecinos de Montealegre, el 2 de enero, víspera del nombramiento de nueva Justicia y Ayuntamiento, se sublevaron y eligieron una llamada Junta de Gobierno que hizo dimitir a la anterior y nombró por sí misma nueva Justicia y Ayuntamiento. A partir de aquí ya no hubo paz entre los señores y los vecinos. El 6 de agosto de 1811 las Cortes abolieron los señoríos jurisdiccionales, favoreciendo así las constantes aspiraciones de los vecinos de Montealegre, que acudieron a la Audiencia de Cartagena y ésta envió a la villa un Juez de Realengo que, en Cabildo abierto y por votación de los vecinos, eligió veinticuatro vocales que nombraron a los concejales y éstos a los alcaldes. Hubo nuevos incidentes entre el Ayuntamiento de Montealegre y la señora, en ausencia de su marido, al incautarse aquél en 18212, de hecho y de derecho, de los bienes y rentas del señor de la villa. Elegido Alcalde Constitucional Villaescusa en enero de 1814, quemó en la plaza pública todos los papeles que existieran en Montealegre del señor de la villa.

Volvió a ocupar este año el trono Fernando VII que anuló la Constitución de1812. Por considerar Montealegre una desgracia la vuelta de este rey y la abolición de la Constitución, vistieron los vecinos luto hasta el punto que el alcalde llevó la vara negra. Aún continuaron varios años las luchas de los vecinos con sus señores, reteniendo las rentas y el producto de las fincas, perdiendo éstos la jurisdicción al ser abolidos los señoríos jurisdiccionales e implantarse el régimen constitucional, pasando Montealegre a ser un Término Municipal, en la nueva división política de España.

Todavía sostuvieron varios pleitos los señores de la villa, hasta encargarse de los bienes de los Condes de Montealegre, en este término, como Administrador y Apoderado, don José Bernabeu e Ibáñez, muy amante de Montealegre y de la justicia, quién apaciguó toda la discordia. Respetando los derechos del legítimo dueño del Término, se interesó enormemente por el pueblo al que dejó redimido de la carga del Onceno por una pequeña cantidad, viéndose sus vecinos dueños absolutos del terreno. Fue el Marqués de Villafuerte el último señor de Montealegre quien, con la ayuda de José Bernabeu enajenó el Onceno en beneficio de la villa. El pueblo, agradecido, puso el nombre de cada uno de estos señores a dos céntricas calles de la villa.

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