Durante el Califato de Abderramán III, Ordoño II de León, enfurecido por las incursiones de aquél en sus territorios, pasó a la ofensiva y arrasó la antigua región de Teodomiro. Chinchilla quedó arruinada y, entregando al fuego a Eliph, despedazó y redujo a escombros su altiva fortaleza en 921.
Quedando a salvo varias familias de Eliph de aquel desastre, sin hogar, fueron a refugiarse a distintos parajes de la comarca, construyeron viviendas y formaron pequeñas aldeas a las que siguieron dando el mismo nombre que el de la ciudad destruida. Cuenta don Julián Zuazo y Palacios que, en el tiempo en que él investigó, a principios de siglo, todavía se conservaban restos de esos caseríos.
Ibn-Hazin, cartagenero, hace memoria, en un poema, de la ciudad de Elo, colmándola de elogios (1214-1224): “Mansión de hermosura, punto de reunión de todo cervatillo o mancebo enamorado...” “Cuántas veces se encontraron allí los hombres en su opuesto camino y, desde aquella hora, fueron amigos y camaradas; lo cual se ha hecho proverbio”.
Anteriormente en tiempos de Abderramán II, mahometizado por completo el país y gobernado por caídes o jueces religiosos-civiles, se formó con esta región una Cora: la Cora de Todmir.
Con Almanzor la Cora de Todmir alcanzó gran esplendor pero, muerto éste, es disgregada por primera vez esta región y sus ciudades pasan a depender de las Coras de Valencia, Almería, Albarracín y Toledo, convirtiéndose sus tierras en maleza y bosques. Destruido el Califato de Córdova, los árabes españoles se entregaron a crueles guerras civiles, formando pequeños reinos conocidos con el nombre de taifas.
En el año 1703 las mesnadas de Alfonso VI de Castilla y León, capitaneadas por el poderoso caballero García Jiménez, asolaron y arruinaron el reino de Murcia, al que pertenecía en aquellos años la comarca de Ello. En las postrimerías del siglo XIX hubo de soportar las correrías de Rodrigo Díaz de Vivar. Yusuf, Rey de Marruecos, se apodera de Murcia en 1091, gobernándose los almorávides hasta su expulsión de España en 1145.
Murcia se declaró independiente bajo una dinastía mudéjar, protegida por Alfonso VII; protección que continuó con Sancho III y Alfonso VIII de Castilla hasta 1172, en que fue invadida por los almohades, que conquistaron sus coras y trajeron días de paz. Murcia se declaró independiente en 1224 con Abú-Mohámad-ben-Yusuf, sudeciéndole entre otros, Abú-Abd-il-Láhben, ocupando a su muerte el trono murciano Abú-Beker. Éste llegó a un convenio con Fernando II por el cual su territorio dependería políticamente de la corona de Castilla. Alfonso, hijo de San Fernando, tomó posesión del reino de Murcia en 1243 y, como algunas ciudades se negaran a entregarse, el mismo San Fernando las conquistó.
A su vez, Jaime I el Conquistador, rey de Aragón, se apoderó del reino de Valencia y parte de Murcia. Como se levantaron los musulmanes contra Alfonso X, su yerno Jaime I fue contra ellos en 1266 infligiéndoles severo castigo y apoderándose de veinte castillos que entregó al rey castellano. Muchos moros, perdonados por ambos monarcas, permanecieron en estos territorios.