Montealegre sufrió grandes penalidades en tal cruel lucha, ocasionada por la muerte sin sucesión del último vástago de la dinastía de Austria Felipe, duque de Anjou y Carlos, archiduque de Austria, se disputaron la Corona de España. La villa en esta época gozaba de gran prosperidad; contaba con 1845 habitantes y sus montes todavía continuaban poblados de pinos. Sin embargo, desde 1705 hasta después de la famosa batalla de Almansa, no tuvo paz ni sosiego.
En este año pasó por la villa el Regimiento del Marqués de Pozo Blanco, camino de Denia, el Duque de Pópoli, las compañías de paisanos de Alcaraz y los regimientos de Walones que marchaban de Játiva a Madrid. A todos tuvo que alimentar y proveer para el camino. Al año siguiente los ejércitos contrincantes la ocuparon alternativamente, arruinándola y robando cuanto pudieron.
Después del sitio y toma de Orihuela, Elche y Cartagena, atravesaron este territorio y pueblo distintas compañías, además de todos los soldados heridos en las tres plazas citadas. Se hace inimaginable el cuantioso gasto que hubieron de soportar los vecinos de la villa para mantener a los componentes de ambos ejércitos, amigos y enemigos.
En 1707, tras diversas ocupaciones, entró en Montealegre el Duque de Berwick, el 8 de abril, con dieciséis regimientos de caballería y dos brigadas de infantería, estableciendo su cuartel general hasta el 15 del mismo mes, en que se presentaron las tropas del Archiduque; dudando, juzgó más prudente la retirada y esperar ocasión más propicia para sus planes, cayendo Montealegre en poder de los de Austria, al mando del Marqué de la Mina. Todos los vecinos huyeron despavoridos, quedando la población desierta a excepción de unas veinticuatro personas (mujeres y enfermos) que se refugiaron en la iglesia, siendo, a pesar de ello, hechas prisioneras. Un solo día permaneció en la villa el Marqués de Mina, suficiente para prenderla fuego, saquearla y robar más de siete mil fanegas de trigo, destruyendo cuanto no se pudo llevar. Al abandonarla éste. Nuevamente volvió Berwick y acampó cinco días con su ejército, mandando quemar cuanta madera se pudiera hallar por tornarse el tiempo frío y lluvioso. Se talaron montes, se arrancaron viñedos y olivares y hasta se hicieron saltar los marcos de las puertas y ventanas. Con tanto desastre Montealegre quedó asolado. Ganada la famosa batalla de Almansa por las tropas de Felipe V, pernoctaron en la villa doce mil prisioneros dejándola totalmente arruinada, hasta el punto de tener que implorar la caridad del obispo de Cartagena. A consecuencia de tanta calamidad se declaró una terrible epidemia que diezmó a los pocos vecinos que quedaban. Las iglesias y ermitas situadas fuera del casco de la población fueron profanadas y quemadas. Fue destruida la ermita de la Consolación que sería más tarde restaurada, construyéndose entonces el actual camarín de la Virgen, con un artístico suelo que reproduce escenas de caza.