Show GalleryTemplo de buenas proporciones levantado en el siglo XVIII, probablemente sobre una construcción anterior (en las relaciones de Felipe II, de 1572, se detalla la existencia de este templo).
Se trata de una gran edificación que aunque realizada con materiales humildes, reflejan cierta recuperación económica de la Villa de Montealegre durante el setecientos. Consta de una sola nave con bóveda de medio cañón de lunetos, capillas laterales entre los contrafuertes comunicadas entre sí, cúpula en el crucero y cabecera plana.
El camarín de la Virgen constituye sin duda el elemento más destacable de todo el conjunto. Proyectado hacia 1780, se caracteriza por un elegante y puro estilo rococó tardío; hay que subrayar la particular frescura y agilidad de su concepción espacial, así como un notable tratamiento de los elementos arquitectónicos y decorativos, donde medias columnas sostenidas por tarjas se combinan con líneas y planos ondulantes, curvas y contracurvas, creando un espacio elíptico muy interesante.
El esquema de este espacio responde al de camarines transparentes barrocos que abundaron especialmente en el área mediterránea en la segunda mitad del siglo XVIII.
Tras la imagen titular de Nuestra Señora de la Consolación se abre un amplio espacio alto, de planta poligonal con doble acceso a ambos lados del mismo.
La gran cúpula que cubre este camarín – que compite en proporciones con la cúpula del crucero de la nave principal- se levanta sobre tambor poligonal horadado, de grandes ventanales que filtran la luz natural en el espacio interior, por ello la figura de la Virgen aparece ante el fiel espectador recortada en un torrente de luz buscando un efecto escenográfico cargado de teatralidad.
También es de especial interés el pavimento cerámico constituido por azulejería valenciana del siglo XVIII que representa escenas costumbristas probablemente alusivas a alegorías y simbologías de las estaciones del año.
No toda la obra que actualmente compone el Templo existía al ultimarse su primitiva construcción; pues que careciendo de Camarín, Púlpito, Retablo, Coro y Torre estando colocada la campana en un simple campanario que ocupaba la parte superior de la portada, fueron construídos aquellos tres primeros objetos desde los años de 1760 a 1784, y los dos restantes en el 1852; como igualmente la parte posterior del Hospicio (hoy casa de la Virgen) lo fue también en el 1750, según consta de confusas inscripciones que aún se conservan en los muros y techumbres, y de las actas de los libros antiguos de la Cofradía.
En el mismo sitio que perpendicularmente corresponde al que en su altar ocupa la Imagen de la Virgen, existía la Retama sobre la cuál fue aparecida al moro Jamet. A los pies de la Virgen puede verse el grillete que según la tradición fue de este esclavo.
El retablo principal del altar mayor, sus pinturas, los retablos de San Juan Evangelista y de San José, la Imagen de la Virgen y todas las demás fueron quemados y profanados por los republicanos en la guerra civil, procediendo desde entonces la Hermandad de la Virgen a una lenta recuperación, culminada en este 2008 con la restauración del camarín. Hay que mencionar la excepción de la Imagen de San Isidro, original del siglo XVIII, fue salvada de las llamas gracias a una fiel devota que escondió su figura en las casas de Pedro López.
RELATO DE LA APARICIóN DE LA VIRGEN DE CONSOLACIÓN
El que sigue es el relato de la aparición tal como aparece en un novenario realizado por D. Dámaso Alonso Ramirez, sacerdote de Montealegre, y fechado en Yecla en 1870.
"Una mañana de los primeros días del mes de Marzo del citado año 1605, salió de madrugada Jamet, en cumplimiento del cargo que tenía en la casa de su Señor, a apacentar la ganadería Caballar, dirigiéndose al Sur de la Población y sitio próximo a la cordillera de los montes denominada Arabinejos. Lo pintoresco del cercano monte poblado de gigantescos pinos a cuyo pie se acercaba Jamet, y la frondosidad del bosque cuajado de retamas que le precedía, convidaba agradablemente a éste sencillo Esclavo a permanecer en él para pastar su ganado: y aceptada esta invitación que le ofrecía la naturaleza, y mientras éste por aquí y por allí buscaba su apetecible alimento, Jamet abismado en serias reflexiones se hallaba al lado de una grande retama, cuando he aquí, que repentinamente sobre ella se le aparece la Reina de los Cielos María Santísima, radiante en luz celestial que eclipsaba la de aquel Astro matutino que principiaba ya a apuntar por el horizonte. Asombrado a la vista de aquella Visión Celestial, queda estático y embargada su voz por las dulces emociones que en confuso tropel se agolpaban a su Espíritu; y cual otro Moisés, largo tiempo hubiera permanecido en la contemplación de esta Maravillosa Zarza, a no haberle sacado de su dulce arrobamiento la melodiosa voz de la Santísima Virgen, que según la tradición, le dijo con semejantes palabras: “Ve a Montealegre y anuncia a sus moradores lo que has visto; añadiendo, que la Madre de Dios quiere le edifiquen un Templo en este sitio que ha elegido para su morada, y ser el refugio y consuelo de ellos en todas sus necesidades: Tú recibe el Bautismo tomando por nombre Juan el Bautista” ¿Y quién soy yo, Señora, le respondió el Esclavo, para ser creído? Soy un humilde siervo de la más inferior condición, y esta cadena que arrastro, suficiente da a comprender que serán desechadas mis palabras. “No temas, le contestó la Santísima Virgen, que yo que te envío estaré contigo, y en confirmación de tus palabras lleva esa señal” y diciendo esto rompe el grillete y cadena que aprisionaban al Esclavo, y con esta libertad y señal que pone en sus manos parte hacia la Villa, como otro Jonás a Nínive, no para anunciar las calamidades como aquel Profeta, sino grandezas y misericordias divinas. Al oír el pueblo la narración del Esclavo duda al pronto de su veracidad; pero al hacer atención a la mutación obrada en su semblante, al inspirado lenguaje superior e impropio de su condición social, y sobre todo, al ver rotas las señales de su esclavitud que les mostraba en testimonio de sus palabras, se desvanecen las dudas y en confuso tropel salen sus Sacerdotes, sus Autoridades, sus ancianos, jóvenes y niños de todos sexos y condiciones, y en alas de su corazón y deseo por contemplar a la Emperatriz de los cielos y la tierra, salva cada cual lo más pronto que le es posible los dos kilómetros, o sea, cuarta de legua de distancia que los separa del sitio de la aparición. Allí llegados, vieron y contemplaron todos con júbilo indescriptible sobre la retama a la sagrada Imagen que hoy se venera dejada por la Santísima Virgen, rodeada de iguales resplandores que en su aparecimiento al Esclavo; y en entusiasta y religiosa procesión fue conducida a la Iglesia parroquial, fabricándose acto continuo una pequeña capilla provisional, y después el magnífico Templo y Hospicio que hoy se admira por su sencilla belleza, en el mismo sitio de su aparición.